jueves, 26 de diciembre de 2013

ENTRENANDO COMO UN PERRO...!!!

Aprovechando las más magníficas temperaturas que nos está brindando este mes de diciembre, decido salir a hacer mi entreno de montaña junto mi compañero y amigo “Lupo”, mi perro. Aunque es un perro muy chiquitín, unos 2,5 kg, ya desde pequeño le tengo acostumbrado a andar  y a correr conmigo en la montaña durante horas, sobre todo en los entrenamientos de principios de temporada en los que voy más tranquilo. Os sorprendería ver la agilidad con la que se desenvuelve por el medio y la resistencia que tiene este pequeñajo.


 Como estoy en este periodo de descanso, retomando poco a poco los entrenos, paseando y caminando fuerte en las subidas, tirando de bastones y disfrutando del paisaje, para no pasarme de vueltas, decido que me acompañe Lupo, el se lo pasa genial  y hace un día espectacular. Vamos a disfrutar…


En los días previos ha nevado bastante y  hay nieve a poca altura, el inconveniente es que ahora está muy dura por las bajas temperaturas nocturnas y no está muy bien para Lupo, por lo que decido acercarme a la "Atalaya", una montaña  aislada en forma de cono, de unos 1700 m de altitud, pero que sorprendentemente  recoge muy poca nieve.




 Amanece un día soleado, pero hace mucho  frio. A las 9 de la mañana salimos de la Granja, con -4º. Tranquilamente atravesamos ríos y senderos, Lupo corre de aquí para allá sin parar. Qué crack!!! Tras 4 km llegamos a la base de la montaña, por delante nos espera la primera ascensión de las 4 que tenía programadas, cada subida unos 500 m de desnivel, por lo tanto nos saldrán unos 20 km y 2000 m+. La ascensión es en línea recta por campo a través. Al lío le digo a Lupo y sale como un cohete en busca de la cima, yo detrás voy tranquilo. Aquí simplemente con andar fuerte ya se te acelera el pulso y poco a poco entramos en calor. jijiji. Tras 20’ llegamos a la cima, donde los últimos metros están llenos de nieve dura.  Lupo llega el primero dando saltitos hasta el hito. “será perro… ni me ha esperado” esta se la guardo… -pienso-.

Bajamos por donde subimos y cuando llegamos a la base volvemos a por la segunda subida. Lupo me mira extrañado, con cara de… ¡Si por ahí ya hemos subido!  Durante unos segundos duda y se me queda mirando, pero de repente sale corriendo y se pone a mi estela. Marco el ritmo y Lupo detrás, pero me empiezo a calentar y pienso: “esta vez no me ganas” y ya llegando a la cumbre me vuelve a cambiar el ritmo y corona el primero…Uff. “Dos a cero. Esto no puede ser”.

 
 
Volvemos a bajar por el mismo sitio y comienza la tercera subida, esta vez decido cambiar un poco el trayecto para desviarme y beber agua de una fuente que está un poco escondida. El sol va calentando y la ropa de la mañana empieza a sobrar, esto se va poniendo caliente. Tras echar un buen trago, veo que Lupo también estaba sediento y bebe mucho, le noto algo cansado, ya que lleva las orejas gachas, “esa es la señal”  -jajaja- .  Sigo subiendo y le saco unos metros,  llego a la cumbre  y Lupo detrás. Como si fuera un niño, levanto las manos y le grito por lo bajo: Bien…toma, toma y toma. Dos a uno!!!  Se me queda mirando perplejo.
 
Cuando bajábamos para empezar la cuarta y última subida, iba pensando en si me habría visto alguien hacer el canelo, ¡qué vergüenza!, cualquiera que me vea hacerle burla al perro…
En la base me como unos dátiles y a Lupo le doy su correspondiente barrita energética para perros. “Toma coge fuerzas, que nos queda la ultima” -le digo-. Empiezo a subir y esta vez no duda ni un instante, sale a mi vera y vamos haciendo camino. Los dos ya vamos cansados, pero el orgullo nos puede y apretamos los dientes. Por un instante a doscientos metros de la cumbre, Lupo se detiene  y se queda mirando de lejos, “esta es la mía” -(pienso)-. Pero falsa alarma, me la vuelve a jugar.  Cuando llegamos a la zona de nieve, sale escopetado y se vuelve a poner delante  llegando el primero, “será mamón, me la ha liado”, esto ha sido por darle la barrita…jajaja.  En la cumbre lo felicito y le pego un achuchón, es un Fenómeno.!!! Y me ha hecho hacer un entreno un poco más vivo de la cuenta.

Ya en casa,  después de una ducha calentita y una buena comida, descansamos  tumbamos en el sofá.  Mientras le acaricio y él me lame la mano, me pongo a pensar y me doy cuenta de dos cosas. La primera es la buena compañía que hacen los perros y lo mucho que he disfrutado con él de un día estupendo por la montaña.  Y segundo, lo picajoso que soy. Resulta que salgo a dar un paseo con mi perro en plan tranquilo y termino echando carreras con él (a quien se lo cuente no se lo cree). Vamos que ahora se trata de quitarme de la cabeza lo de competir y hasta con el perro ¡será posible el problema que tengo…! jajaja .

Si ya me lo dice Azu: “Tu no estás bien”

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